27.4.09

Voluntariado en ríos

lucioperca


Este fin de semana ha sido intenso. Fuimos al río Segura en Cieza (Murcia) con el fin de tomar datos físico-químicos del río así como estudiar los macroinvertebrados y especies piscícolas que allí habitan. Para terminar, se geoposicionaron los obstáculos del río y se limpió toda la ribera.

Todas estas actividades se llevaron a cabo dentro del Proyecto de Voluntariado en Ríos del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino 2009

Si te apetece participar en jornadas como estas, echa un vistado a la web de ACPES, más concretamente al espacio Voluntariado ACPES.

Estaremos encantados de pasar unos días tan estupendos como estos contigo : )

Besos y cosas, verdes,

AL.

6.4.09

Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos

Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos. Rodrigo Muñoz Avia.


Este es el último libro que he terminado de leer (especifico "he terminado" porque leer, he leído muchos, pero terminado, sólo algunos XD).

Bueno, últimamente me ha dado por leer libros "ligeros", vamos, de estos que no te dan mucho que pensar (que son los que habitualmente leo) porque, la verdad, sólo leo en la cama antes de dormir y con la astenia primaveral ya tengo suficiente plomazo encima.

Os reseño la contraportada y, a continuación, os transcribo un fragmento que me ha gustado especialmente.

Contraportada:

Rodrigo Montalvo vive con su mujer, sus hijos y su gato, que lo quieren con locura. Tiene un chalet adosado, un buen coche y un trabajo que le gusta. Es un hombre feliz. O al menos eso ha creído siempre. Hasta que un buen día un psiquiatra le hace dudar. Nuestro héroe quiere saber qué le pasa y visita a esos seres empeñados en ocuparse de su cabeza, los psiquiatras, los psicólogos y otros enfermos, que aportan soluciones desternillantes y no dudan en saquear su cartera.

Fragmento:

En fin, que esta especie de gincana psico-psiquiátrica que me ha martirizado en los últimos meses ha terminado definitivamente. Ya nunca más. Me quedaré en casa, en el trabajo, en el centro comercial con mi familia o con mis amigos, pero nunca más rebasaré la puerta de uno de esos adictos a la enfermedad. Adiós, amigos. Me llamo Rodrigo Montalvo Letellier y aunque le tenga miedo a la muerte os aseguro que de momento sigo estando vivo.
Es muy fácil. Después de todo, uno puede ser parafásico y un poco cobarde y agonías, y seguir haciendo una vida normal. Y cuanto más normal es la vida que haces, más puedes olvidarte de lo parafásico o lo cobarde o lo agonías que eres. Simplemente vas dejando que vayan pasando los días y vas haciendo tus cosas, tu vida cotidiana, y el tiempo, sin darte cuenta, te va rellenando por dentro, los días, con sus rutinas y sus novedades, van creando nuevas referencias en tu personalidad, y de repente, antes de que puedas darte cuenta, te has convertido en un hombre nuevo, constituido por todo aquello que tú mismo has sembrado por el simple hecho de estar vivo. Vi una vez en un documental que la renovación total de la piel humana se completa cada siete años, es decir, la piel que tenemos ahora mismo no tiene nada en común, ni una célula, con la que teníamos siete años atrás. Pues esto que digo es lo mismo. Unas vivencias entierran a otras, unos pensamientos sustituyen a otros, unas emociones camuflan las emociones pasadas, y, sin ni siquiera proponérselo, nuestra inteligencia aprende a olvidar lo que más le interesa.
De momento hay algunas cosas que siguen formando parte de mi vida. Hay cosas como mis hijos y mi mujer que no creo que desaparezcan nunca. En cambio hay otras cosas que ahora pueden parecer muy importantes y dentro de siete años ya nadie se acuerde de ellas, ni siquiera yo. Quién sabe, a lo mejor dentro de siete años el ice packing ya no forma parte de mi vida, ni tampoco las pastillas para los nervios, ni tan siquiera las pechugas Villaroy de Estrella que llevo comiendo desde que tenía veinte años. Quién sabe.
El otro día decidimos ir al cine toda la familia, o sea mis padres, mi hermana Nuria, Pati, los niños y yo. Aparte del tiempo que nos llevó encontrar una película que satisficiera a todos, y un cine que satisificiera a todos, y un horario que satisficiera a todos, y aparte de la habitual monserga de mi madre sobre la ridícula costumbre española de doblar todas las películas (a diferencia de lo que ocurre en Francia), yo dediqué buena parte de la sesión a reflexionar sobre esos trocitos de palomita de maíz que se quedan pegados en la parte de atrás del paladar, y sobre su parecido con el absurdo miedo a la muerte que tanto me ha obsesionado en los últimos tiempos. Esos trocitos son muy molestos y perseverantes. Siempre están ahí, haciéndote creer que, hagas lo que hagas, nunca podrás prescindir de ellos. A veces consigues olvidarte durante un rato, pero en seguida reaparecen con toda su desfachatez, y entonces, en medio del cine, decides meterte la mano en la boca, el puño, la pajita de la coca-cola, el papel de plata de la chocolatina hecho un canutillo, un trozo de cartón del propio recipiente para las palomitas, y todo resulta mucho peor, porque aparte de no enterarte de nada de lo que ocurre en la película, consigues obsesionarte mucho más y hacerte un daño tremendo en las comisuras de los labios de tanto abrir la boca para introducir objetos de toda especie. En algunas ocasiones un simple trozo de palomita ha conseguido amargarme una película entera. No sé si el miedo a la muerte podrá amargarme la vida entera. Espero que no. Algún día me lo trgaré y los ácidos gástricos lo reblandecerán hasta disolverlo. Si no tengo que esperar siete años, mejor.

: )

AL.